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«Lo que para la oruga es el fin del mundo, - Zhuangzi [Chuang tzu] |
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La esencia del Taoísmo se sintetiza en este rollo pintado por el pintor Zhou Chen (aprox.1470-aprox.1535): la valoración del individuo más bien que de la sociedad, y el ser parte integral de la naturaleza más bien que el elemento central del universo. El ideal del sabio taoísta era vivir una vida sencilla y contemplativa, en conformidad con la naturaleza. Apartado en un retiro montano (tema recurrente en el arte chino), el literato o el artista taoísta se dedicaba a tantear el valor del tao, el principio unificador, indescriptible, de todas las diez mil criaturas a la busqueda de una liberación de toda traba del mundo fenoménico, para emprender el camino de la unidad con el universo. En la pintura, Zhou Chen, dentro de su refugio solitario, sueña que es un inmortal volando alto en el cielo. La inmortalidad, temática muy importante para el Taoísmo, es concebida como la natural prolongación de la existencia terrena (longevidad) alcanzable a través de técnicas meditativas y dietéticas, prácticas de higiene respiratoria y sexual, y prácticas alquímicas, para eliminar los qi pesados y estancados, fortaleciendo y cuidando los qi 氣 puros y refinados. Perfeccionando a sí mismo, el taoísta llegaba a vivir «cuanto el Cielo y la Tierra», es decir el hombre se convertía en el tao y el tao se convertía en el hombre. En este proceso de autorealización, el taoísta llegaba a emanciparse del miedo de la muerte y a un estado de sereno desapego de las cosas.
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El concepto de inmortalidad (xian 仙, caracter etimologicamente compuesto por ‘hombre’ y ‘montaña’) es protagonista absoluto de la entera representación. Las montañas encapuchadas de nubes, símbolo de estabilidad, de condición inextinguible y orden cósmico, desempeñaban en la cosmología el mismo papel que el emperador desempeñaba en la sociedad humana. La naturaleza tornasolada del paisaje montañoso, el espacio vacío que roza los perfiles de las cimas, de las rocas y de la vegetación, y el viento cabalgado por el inmortal transmiten una idea maestra del Taoísmo: la energía, el soplo vital (qi 氣) impregna el macrocosmos (y se revela, por ejemplo, en el qi del paisaje) y el microcosmos (y se revela, por ejemplo, en el respiro individual que, corriendo a lo largo de la garganta de los hombres, produce convencimientos, puntos de vista diferentes y relativos, que por eso el hombre sabio, libre de finalidades egoístas, nunca interpreta como verdades absolutas). [extraído de mi libro, Sanjiao. I tre pilastri della sapienza (Sanjiao.Los tres pilares de la sabiduría), Vicenza 2006]. |