La psicología transpersonal, una ciencia de lo mental relativamente reciente. Nació hacia el final de los años 60 como "cuarta fuerza" de la psicología para resaltar su disponibilidad al encuentro con las temáticas orientales y a la construcción de un nuevo y más amplio modelo de conciencia. De hecho, el conductismo (la llamada"primera fuerza") niega la posibilidad de liberar la mente de toda forma de condicionamiento; mientras que el psicoanálisis freudiano ortodoxo (la "segunda fuerza") reduce todas las experiencias de tipo espiritual a una especie de regressus ad uterum. Sobre la base de la psicología humanística (la "tercera fuerza") y del trabajo de Anthony J. Sutich y de Abraham Maslow (con sus investigaciones sobre las "experiencias pico", peak experiences), la psicología transpersonal se propone como objetivo no sólo la “cura” de las “enfermedades mentales”, sino también la exploración de una nueva visión de la realidad y la investigación exhaustiva de los niveles más altos de la conciencia personal y colectiva (niveles que, en el curso de los siglos, las diferentes tradiciones culturales han definido con palabras que van del éxtasis  místico a la experiencia oceánica, del nirvana al satori, del Reino de los Cielos a la conciencia cósmica).
En ese sentido, el movimiento de pensamiento y de investigación transpersonal se ocupa del crecimiento de la persona llamada "sana" y en función, y de aquellos procesos denominados de autorealización, de desarrollo de las potencialidades y habilidades del ser humano (no consideradas por las demás "fuerzas").
Esta exploración es favorecida precisamente por la posibilidad de una auténtica confrontación entre la psicología occidental  (en particular, la existencial, humanista y gestáltica) y las psicofilosofías orientales fundamentadas en técnicas meditativas (sufismo, budismo, yoga).
De hecho, las convergencias entre ciertos abordajes psicoterapéuticos de la psicología transpersonal y muchas técnicas espirituales del Oriente son notables.Basta con citar unas de éstas: la elaboración de un patrón "holístico", que una la dicotomía cuerpo/mente e individuo/entorno; el desarrollo del insight como importante medio de conocimiento y acción dentro de la realidad;

el trabajo con las energías psicofísicas; el interés hacia el Sí mismo (una dimensión de armonía "numinosa" que trasciende y, a la vez, comprende tanto el yo conciente como el inconciente) y hacia los procesos de expansión de la conciencia más allá de la encapsulación egoica (en el convencimiento de que el hombre no es simplemente un resultado historico-geográfico, sino que contiene en sí la semilla de la eternidad); y así por el estilo.
El precursor de la psicología transpersonal es Carl Gustav Jung, que abrió un prolífico intercambio de canales con el mundo oriental. No se puede entender la psicología junghiana si prescindimos, por ejemplo, de su análisis de los mandalas (imágines que simbolizan diagramas circulares de esquema complejo y que reproducen microcosmicamente el universo; en este sentido, son psicocosmogramas). El estudio junghiano de los mandalas fue determinante para toda la psicología del Sí mismo, la psicología de los arquetipos. Para Jung, cuando el hombre llegó al máximo valor de su proceso existencial, la individuación, su centro se desplazó del Yo al Sí mismo. Así será capaz de abarcar  los arquetipos que residen en su geografía íntima.
Además, se debe tener presente el interés de Jung para el Yi Jing (el Libro de las mutaciones de la tradición china) que lo llevó a teorizar el concepto de sincronicidad (otro cimiento de la psicología analítica para indicar la coincidencia o la correspondencia significativa entre un acontecimiento psíquico y uno físico, sin que exista una relación causal entre ellos).
Sin hablar de los nexos entre el inconsciente colectivo junghiano y la conciencia almacén  (àlayavijñàna) del budismo yogàcàra.

La psicología transpersonal enfatiza aún más, con respecto a su precursor suizo, el vínculo con las tradiciones espirituales orientales (sobre todo sufismo, tantrismo, yoga, vedànta, taoísmo, zen).
Lo que quiere resaltar, a través del uso de enseñanzas de esas tradiciones, es la emersión del estímulo natural, latente en todo hombre, para desarrollar otra lógica, otra visión del mundo, más significativa de la actual.